From “AL” to “REM”. ALTOREM. EDUARDO SOUTO DE MOURA

A.
Las palabras portuguesas que empiezan por “al” tienen origen árabe.
“ALTOREM” puede no deciros nada pero, para nosotros, significa una operación metafórica: de Álvaro Siza a Rem Koolhaas. ¿ Y por qué?, ¿cambio de lenguaje?, ¿cambio de actitud?, ¿inestabilidad emocional? Nada de eso, la geografía, la mesa de trabajo, Andalucía cambió. Y en este texto hablamos sobre eso.

B.
Este texto se convirtió en un drama. Hace más de un año que me lo pidieron. Intenté hacerlo, escribí por lo menos tres, pero me resultaban banales y no sé si ahora voy a superar ese estadío. Un texto de arquitectura implica una doble dificultad:

1.Conseguir hablar de arquitectura actual, explorar sus problemas y presentar soluciones, no es como una película francesa que termina siempre con desasosiego, ambiguamente, sin que sepamos quien es el asesino o el amante.

2.Escribir sobre arquitectura es como hacer un proyecto. El problema es que los arquitectos no son escritores, son arquitectos, no resultan atractivos escribiendo. Generalmente son manipuladores de sus obras o de las de sus amigos. Para poder escribir, necesitan encontrar disponibilidad, ofrecer crédito o fingir tenerlo, pero ese no es mi caso en este momento. Necesitamos encontrar una técnica convincente, agradable para que el lector capte la fuerza de la idea que pretendemos transmitir.

C.
Cuando nos proponemos hacer algo sin experiencia, como en este caso escribir, recurrimos inocentemente a otros que nos agradan y con los que generamos empatía. Pasé las vacaciones leyendo con placer. Leer requiere una actitud física; sentados, nos acomodamos para leer. Si continuamos, es porque el texto va en la onda de lo que pretendemos hacer, nos lo apropiamos porque desconocemos aún los caminos o los atajos para llegar.
En Alvor, en el Algarbe, leí a Deleuze, Henry Miller, Oscar Wilde, Beckett, Kafka, y sólo llegué a una conclusión. Lo que leemos no sirve para nada, salvo para que nuestra posición, nuestro día a día, nuestros empeños, nuestros proyectos, lo que proyectamos, tenga que ver con nosotros, con lo que queremos ser, con nuestras aspiraciones y nuestras metas.
Como decía Cabrita Reis:” Somos aquello a lo que queremos llegar, a eso le llamamos Historia”

D.
La dificultad de escribir sobre Pura, Ignacio y Luis, no es por ser ellos, es porque sólo conseguimos escribir sobre nosotros mismos. Nadie escribe sobre nada, sólo se escribe por escribir, vertiginosamente, distrayendo a la mano y al cerebro del problema que deberíamos resolver pero se nos resiste. Escribir, dibujar, se convierten en una obsesión y por eso proyectamos diariamente, casi en un estado febril.

E.
Visité la Malagueira, el proyecto de Siza en Évora, con Ignacio y Pura, y nos impresionaron no sólo las casas blancas que ya conocíamos, sino también las modificaciones introducidas por la gente. Hablamos de nuestra admiración por el Maestro, de nuestros trayectos desde Aldo Rossi a Siza. Eran los años heroicos del regionalismo crítico, instrumento teórico de un post-posmoderno de opereta. Comparamos las dos tendencias, sus antagonismos y también sus semejanzas, “¿pero por qué hay en la Malagueira grandes chimeneas cuando ya no hay humo de fuego en las cocinas?”, sólo microondas para calentar la sopa.

Nuestra admiración por Siza era evidente en aquella construcción de una nueva geografía. Durante décadas asistimos a su evolución, al modo en que las casas fueron recibiendo “anotaciones” de sus moradores, convirtiéndose en otra atmósfera sin perder la identidad original que impuso Siza - el arquitecto no es la mano del pueblo...

F.
Visité “Los Palacios”, nombre irónico y humillante para quienes viven allí. No es porque no sean agradables, pero llamar “Los Palacios” a estas pequeñas casas sociales sólo podía provenir de la ironía de cierto capitalismo.
Lo que me interesa de “Los Palacios” es el método que los arquitectos se propusieron y que como resultado final, funcionó. Empezaron por “en medio”, no pretendieron un transcurso lineal, como es habitual: proyectar, construir y asistir después a las alteraciones producidas por los habitantes.
Empezaron por “en medio”, por el proyecto, no desde una posición erudita, sino por “en medio”, por el proyecto entre lo que debía ser y lo que podía ser, para recibir modificaciones. El proyecto se dibujo y se pensó con la conciencia de que ineludiblemente el uso alteraría la forma original.
La inteligencia de esta estrategia de omisión, de no diseñar hasta el último tornillo, no tiene nada que ver con las posiciones demagógicas en las que el proyectista es la “mano del pueblo” y “el pueblo es el que manda”.
Es exactamente lo contrario, adquirir conciencia de que no conseguimos hacer casas donde las personas puedan vivir como quieran, porque un portón o una reja de ventana en Neo-Andaluz pueden existir, al tiempo que su existencia no puede obligarnos a diseñarlos. No sabemos, no podemos, no queremos, pero dejamos espacio de maniobra para que puedan suceder.
Ocurre y es bien recibido en sus circunstancias, o se diseña y es un desastre.
Empezar por “en medio” quiere decir separar los paréntesis, concedernos tregua aplazando el diseño esquizoide de un espacio total que no controlamos, y, por otra parte, alejarnos de los sucesivos gestos de los moradores a los que tampoco controlamos y que, como tejiendo un nido, construyen su hogar.
Visité la obra con sus autores y reparé en una sonrisa de satisfacción en la cara de Pura, era la primera vez que veía la obra acabada y en uso. Su regocijo era la confirmación de que lo que querían estaba allí, y que lo que no conseguían implementar también estaba allí, usado, vivido y transformando.
Verifiqué eso andando entre las casas, en la calle que se dilata en una especie de plaza donde la gente se encuentra y cruza entre bicicletas y triciclos.
Para concluir, lo que me interesó de esta obra, como de la Malagueira, fue la indagación para encontrar el punto justo del proyecto, el tono que permite variaciones sin poner en cuestión la identidad de la obra, ni de quien la hace.

G.
La segunda obra, doce años después, en Cantillana, es una implantación de dos bloques paralelos, como una ciudad de fundación del Oeste americano.
Si en “Los Palacios” la calle se dilata y da lugar a una plaza, aquí aparece sólo entre fachadas, con portales diferentes, con hastiales de ladrillo como en los edificios inconclusos y , en la cubierta, jaulas metálicas para tender la ropa. Una especie de “París-Texas”, una mirada optimista sobre una periferia dura y fragmentada.
Me interesó esa mirada sobre el territorio, una nueva cultura, otra Andalucía que no es la de Lorca o Alberti sino un territorio hueco relleno de hormigón para camuflar polvorines y aviones, donde plásticos infinitos envuelven hortalizas y frutas como en una intervención de Christo. Entre esas cosas, como en un delta, marisma, brazos de agua y canales trazados aquí o allá. Lejos del paisaje natural que fue, Andalucía es hoy una naturaleza contra natura, una vasta operación del “land-art”, donde la “naturaleza copia al arte” de las instalaciones. Esa es la modernidad que la globalización nos impone.

H.
El proyecto de “La Ballena” es un pequeño edificio de servicios con un patio enterrado que le aumenta la escala, junto a un campo de golf rodeado por una urbanización surrealista que es realmente la imagen de la impudicia cultural. Es una mezcla de pseudo-arquitectura popular y rancho mejicano que aumenta sus proporciones para aparentar un aire señorial. Lo grave es que resulta, que a los nórdicos les gusta.
Antes de visitar “La Ballena”, paseamos por el barrio alto de Sanlúcar de Barrameda, con sus muros que soportan terrazas de jardines colgantes.
El edificio de “La Ballena” tiene en común con Sanlúcar no el lado exótico o pictórico de su iconografía (lo más fácil), sino las imágenes del negro de sus muros, tinte producido por una bacteria liberada al ambiente en el proceso de elaboración del vino.
Los círculos negros que decoran el hastial del edificio de servicios, pintado en un tono ceniciento, casi industrial, casi anónimo, no me interesan como decoración, me interesa la abertura de una ventana circular, tarea difícil y ardua para quien no tiene espesor mural con que trabajar. Me interesa el negro en si mismo, capaz de contaminar como una bacteria una circunstancia carnavalesca.
No creo que haya una arquitectura “ideológica”, pero el proyecto de Ignacio, Pura y Luis incomoda, contamina como una bacteria un entorno arrogante, pretencioso y “kitsch” y le sirve de contrapunto .Comprobé la vigencia de lo local y, en el impás actual, me interesa, si no, no estaría escribiendo esto...

I.
Para concluir, lo que me llevo a escribir este texto, a pesar de los retrasos, son dos aspectos que no es muy usual ver hoy desarrollados en las revistas especializadas:

1.El reconocimiento de un territorio en transformación, alejado de la imagen romántica vendida para consumo externo. Hoy, la Andalucía que yo vi es un gran laboratorio de experiencias, de manipulación de la topografía y de sus usos, desde las pistas de aviación de las bases americanas a las pistas de aviación de hoteles, moteles y burdeles. En los intersticios, surcos de agua rodeados por una tierra envuelta en celofán- una maqueta.

2.La arquitectura de Pura, Ignacio y Luis no se limita a un discurso moralista sobre lo que los rodea y se les presenta. Lo aceptan para estudiarlo, absorben las reglas de cómo funcionan, las extraen y las inyectan de nuevo en el mismo cuerpo como si fuese una vacuna.
La arquitectura de Pura, Ignacio y Luis es una arquitectura “pobre” en el sentido del “Arte Povera”, porque reconoce con lucidez la falta de instrumentos y un reducido campo de actuación ( tienen poco trabajo). Ante tal situación, no se lamentan, avanzan con lo que tienen, con lo que se encuentran en una “recherche” diaria: piedras de colores, restos de una cantera, “agujeros negros” de una “bacteria” que engulle todo lo que ve en un muro blanco, torres metálicas de alta tensión, balsas de aguas blancas, agua negra, huecos en vigas industriales para sustituir lámparas, chapas para ventilar techos, todo este material para un estadio que consiguió existir y “basta con existir para que tenga razón de ser”. (1)

Como decía Rubiño en nuestra última conversación en el Círculo de Bellas Artes de Madrid:
“Cada caso es un caso; cada casa es una casa”
Y esto es lo contrario de la globalización que nos envuelve y domina, pero que tenemos que soportar...
O bien nos salimos y somos otra cosa...
Pero no somos arquitectos.

Alvor / Prado, Octubre 2004.

Eduardo Souto de Moura.


(1) Pessoa cantado por Bethânia.

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